Lección 31: Juan 10:22–42 – Yo y mi Padre somos uno


22 En esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. 23 Era invierno, y Jesús andaba por el templo, en el pórtico de Salomón. 24 Entonces los judíos lo rodearon, y le decían: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si Tú eres el Cristo, dínoslo claramente».

25 Jesús les respondió: «Se lo he dicho a ustedes y no creen; las obras que Yo hago en el nombre de Mi Padre, estas dan testimonio de Mí. 26 Pero ustedes no creen porque no son de Mis ovejas. 27 Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. 28 Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano. 29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno».

31 Los judíos volvieron a tomar piedras para tirárselas. 32 Entonces Jesús les dijo: «Les he mostrado muchas obras buenas que son del Padre. ¿Por cuál de ellas me apedrean?». 33 Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque Tú, siendo hombre, te haces Dios».

34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en su ley: “Yo dije: son dioses”? 35 Si a aquellos, a quienes vino la palabra de Dios, los llamó dioses, (y la Escritura no se puede violar), 36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, ustedes dicen: “Blasfemas”, porque dije: “Yo soy el Hijo de Dios”? 37 Si no hago las obras de Mi Padre, no me crean; 38 pero si las hago, aunque a Mí no me crean, crean a las obras; para que sepan y entiendan que el Padre está en Mí y Yo en el Padre».

39 Por eso procuraban otra vez prender a Jesús, pero Él se les escapó de entre las manos.

40 Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. 41 Muchos vinieron a Él y decían: «Aunque Juan no hizo ninguna señal, sin embargo, todo lo que Juan dijo de Este era verdad». 42 Y muchos creyeron allí en Jesús.


Esta parte del capítulo debe entenderse como la culminación de la declaración de Jesús: Él es el Buen Pastor. La fiesta de la Dedicación era un momento para recordar cuando Dios había protegido a Israel de una manera muy especial, y el pueblo se había vuelto a consagrar a Dios como nación. Jesús le decía al pueblo que su trabajo como Buen Pastor significaba que los cuidaría para siempre. Con esta promesa, estaba diciendo que era Dios. Por supuesto, los líderes religiosos se enfurecieron e incluso trataron de matarlo (véase el versículo 31). Pero aún no era el momento de Dios; Él les había dado la fiesta de la Pascua como una imagen del sacrificio por el pecado que Jesús completaría en solo unos meses.


La última parte de este capítulo es una de las declaraciones más contundentes que Jesús hizo sobre su identidad: ¡Él es Dios! Les dijo nuevamente: si no querían creer lo que Él decía, solo tenían que mirar sus obras como prueba de su afirmación de ser Dios. (Con esto concluye la primera parte del estudio de Juan).


*¿Por qué crees que a la gente de hoy le cuesta tanto aceptar a Jesús como Dios?


Te invitamos a continuar con la segunda parte.