Lección 18: Juan 6:26–40 – El Pan de Vida (parte 1)


26 Jesús les respondió: «En verdad les digo, que me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado. 27 »Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará, porque a Él es a quien el Padre, Dios, ha marcado con Su sello». 28 Entonces le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» 29 Jesús les respondió: «Esta es la obra de Dios: que crean en el que Él ha enviado». 30 Le dijeron entonces: «¿Qué, pues, haces Tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 »Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». 32 Entonces Jesús les dijo: «En verdad les digo, que no es Moisés el que les ha dado el pan del cielo, sino que es Mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. 33 »Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo». 34 «Señor, danos siempre este pan», le dijeron. 35 Jesús les dijo: «Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed. 36 »Pero ya les dije que aunque me han visto, no creen. 37 »Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera. 38 »Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 »Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado Yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. 40 »Porque esta es la voluntad de Mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna, y Yo mismo lo resucitaré en el día final».


En este pasaje, Jesús comienza con las afirmaciones conocidas como los “Yo Soy”, que reflejan el nombre divino revelado en Éxodo 3:14, cuando Dios le dice a Moisés: “Yo Soy el que Soy.” Es una declaración de eternidad, divinidad y existencia sin principio ni fin. Jesús usa ese mismo nombre divino para identificarse: “Yo Soy el Pan de Vida.”


La multitud lo buscaba porque habían comido y quedaron satisfechos. Pero Jesús les exhorta a no enfocarse en la comida que perece, sino en el alimento espiritual que Él ofrece, el cual conduce a vida eterna. Ese alimento lo da el Hijo del Hombre —Jesús— quien ha sido sellado por el Padre, es decir, autenticado, aprobado, y enviado con autoridad divina.


Cuando la gente le pregunta qué obras deben hacer para agradar a Dios, Jesús responde que la única “obra” que Dios espera es creer en Aquel que Él ha enviado: en Jesús mismo.


A pesar de haber presenciado el milagro de la multiplicación de los panes, el pueblo aún exige una señal, recordando el maná en el desierto dado a través de Moisés. Jesús les corrige: el maná vino del Padre, no de Moisés, y ahora el Padre les está dando el verdadero Pan del cielo: Jesús mismo, quien da vida al mundo.


Jesús declara que Él es el Pan de Vida, y promete que quien viene a Él no tendrá hambre ni sed jamás. Afirmando su origen celestial, Jesús revela la incredulidad del pueblo. Él asegura que todos los que el Padre le da vendrán a Él y no serán rechazados. Además, promete resucitar a todos los que creen en Él en el día final. Esta es la voluntad del Padre: vida eterna para todos los que creen en su Hijo.


¿Por qué crees que la multitud pidió otra señal a Jesús si acababan de verlo alimentar a tanta gente con tan poca comida?