Lección 16: Juan 6:1–15 – La Alimentación de los 5,000


1 Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y una gran multitud lo seguía, pues veían las señales que realizaba en los enfermos. 3 Entonces Jesús subió al monte y se sentó allí con Sus discípulos. 4 Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Cuando Jesús alzó los ojos y vio que una gran multitud venía hacia Él, dijo* a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para que coman estos?». 6 Pero decía esto para probarlo, porque Él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: «Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno reciba un pedazo». 8 Uno de Sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo* a Jesús: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?». 10 «Hagan que la gente se siente», dijo Jesús. Y había mucha hierba en aquel lugar; así que se sentaron. El número de los hombres era de unos cinco mil. 11 Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. 12 Cuando se saciaron, dijo* a Sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada». 13 Ellos los recogieron, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14 La gente, entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decía: «Verdaderamente Este es el Profeta que había de venir al mundo». 15 Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y por la fuerza hacerle rey, se retiró Él solo otra vez al monte.


El capítulo 6 de Juan es la respuesta de Jesús —con acciones y palabras— a la incredulidad de los líderes religiosos. Estaba cerca la Pascua, así que los judíos tenían en mente sangre, corderos y pan sin levadura. Anhelaban un nuevo Moisés que los liberara del dominio de Roma.


Aunque estaban en una zona desértica, muchas personas seguían a Jesús por curiosidad, para ver los milagros que hacía. Al ver a la multitud acercándose, Jesús probó a Felipe preguntándole dónde podrían conseguir pan para alimentar a tantos. Felipe respondió que ni el salario de ocho meses alcanzaría. Por otro lado, Andrés —que siempre aparece trayendo personas a Jesús— presentó a un muchacho con un almuerzo de cinco panes de cebada y dos peces pequeños.


Jesús bendijo la comida, la repartió y alimentó a toda la multitud —todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, recogieron doce canastas de sobras. Nada se perdió.


Nuestros recursos modestos pueden ser suficientes cuando se los damos a Jesús. Él puede usarlos... ¡y también puede usarnos a ti y a mí!


La gente, impresionada por la señal, pensó que Él era el Profeta prometido, como Moisés (Deuteronomio 18:15), y querían que los alimentara y los liberara del dominio romano. Pero en vez de dejarse llevar por esa intención, Jesús se retiró solo al monte.


¿Qué te ha pedido Dios que tú pensaste que no era suficiente o que no era lo bastante bueno como para ofrecérselo?