Lección 11: Juan 4:21-42 - La Mujer Samaritana (parte 2)


21 Jesús le dijo*: «Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. 22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene  de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. 24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad». 25 La mujer le dijo*: «Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo». 26 Jesús le dijo*: «Yo soy, el que habla contigo». 27 En esto llegaron Sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: «¿Qué tratas de averiguar?» o: «¿Por qué hablas con ella?». 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo* a los hombres: 29 «Vengan, vean a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será este el Cristo?». 30 Y salieron de la ciudad y fueron adonde Él estaba.


31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban: «Rabí, come». 32 Pero Él les dijo: «Yo tengo para comer una comida que ustedes no saben». 33 Entonces los discípulos se decían entre sí: «¿Le habrá traído alguien de comer?». 34 Jesús les dijo*: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. 35 ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega”? Pero Yo les digo: alcen sus ojos y vean los campos que ya están blancos para la siega. 36 Ya el segador recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije junto con el que siega. 37 Porque en este caso el dicho es verdadero: “Uno es el que siembra y otro el que siega”. 38 Yo los envié a ustedes a segar lo que no han trabajado; otros han trabajado y ustedes han entrado en su labor». 39 Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: «Él me dijo todo lo que yo he hecho». 40 De modo que cuando los samaritanos vinieron, rogaban a Jesús que se quedara con ellos; y Él se quedó allí dos días. 41 Muchos más creyeron por Su palabra, 42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que Este es en verdad el Salvador del mundo».


Jesús usó su encuentro divinamente planeado con esta mujer samaritana para revelar un secreto increíble al mundo: la verdad sobre la adoración verdadera a Dios. Hasta ese momento en la historia, la adoración a Dios estaba limitada a un lugar: un altar, un tabernáculo, un templo especial, una ciudad específica o una montaña sagrada. Jesús le reveló que ahora Dios sería adorado en cualquier lugar y en cualquier momento. El único requisito para una adoración verdadera sería el corazón de la persona: deben adorar en espíritu y en verdad.


Adorar en espíritu significa que todo su corazón, alma y mente deben estar comprometidos en esa adoración. Adorar en verdad significa que la persona debe adorar al Dios que es la Verdad — Jesús (Juan 14:6).


Cuando adoras a Dios, ¿cómo lo haces en espíritu y en verdad?