Efesios 6:18 - Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Oramos todo el tiempo porque estamos siendo atacados todo el tiempo. La batalla nunca se detiene, y debemos estar constantemente alerta. Ningún soldado puede permitirse cerrar los ojos ante el enemigo. Debemos perseverar como los soldados que vigilan un campamento por la noche. A veces tomaban medidas drásticas para mantenerse alerta y aferrarse a su trabajo. ¿Podemos nosotros, como cristianos, hacer al menos lo mismo en la Oración por el bien de nuestro Señor y en beneficio de los demás?
Nota también como Pablo dice en estos versos como este «Poder de Oración» no es solo para mi bien y mi apoyo, sino también para el apoyo de nuestro compañero soldado Cristiano. No estamos solos en esta batalla, y por lo tanto necesitamos apoyarnos unos a otros como creyentes, sosteniéndonos mutuamente en Oración también.
Tenemos un interés personal en ganar: 1 Corintios 9:25-27 - Todo atleta ejerce dominio propio en todas las cosas. Ellos lo hacen para recibir una corona perecedera, pero nosotros una imperecedera. Así que no corro sin rumbo; no boxeo como quien bate al aire. Pero disciplino mi cuerpo y lo mantengo bajo control, no sea que después de predicar a otros yo mismo quede descalificado.
Nuestras heridas de batalla no son mortales para nosotros: 2 Corintios 12:8-10 - Tres veces supliqué al Señor acerca de esto, que me dejara. Pero Él me dijo: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, con mayor razón me gloriaré de mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por Cristo, pues, me conformo con las debilidades, los insultos, las penalidades, las persecuciones y las calamidades. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Nuestra victoria está asegurada: Romanos 8:31-39 - ¿Qué, pues, diremos a estas cosas? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Es Dios quien justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, el que intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro o la espada? Como está escrito: «Por vosotros nos matan todo el día; nos tienen por ovejas de matadero». No, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Porque estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni las potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.