Efesios 6:15 -... y, como calzado para vuestros pies, vestidos con la prontitud que da el Evangelio de la paz.


La segunda opción para el Evangelio de la Paz se llama el Evangelio de la paz con Cristo. Esta paz significa que ya no estoy en guerra con Dios, que ya no soy su enemigo. Soy, en cambio, Su hijo amado, y Él nunca me desechará. Estoy EN PAZ con Él.


Romanos 5:1, 6 y 8-10 nos dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo… Porque cuando aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos... pero Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Por tanto, ya que ahora hemos sido justificados por su sangre, mucho más seremos salvados por él de la ira de Dios. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.»


¿Salvados de qué? De la ira de Dios. Estaba en guerra con Él, pero ahora estoy en paz. La sangre de Jesús me salvó de ser enemigo de Dios, y ahora me ha hecho miembro de Su familia. Esa es la clase de paz que necesitamos para andar por la vida llevando en nuestros pies dondequiera que vayamos. ¿Por qué? Porque es precisamente ahí donde el enemigo atacará. Habrá momentos en los que caerás en el campo de batalla. Habrá momentos en los que actúes como un enemigo de Dios y no te pongas la coraza de justicia. Pecas; cometes un error; y el enemigo de nuestras almas, el diablo, estará ahí mismo tratando de hacerte pensar que Dios está enojado contigo; que Él ya no te ama, y que no tienes paz con Él. Lo perdiste, y Él te odia por lo que acabas de hacer. ¡Pero eso es mentira! Dios te ama. Tú eres Su hijo. No eres Su enemigo. ¡Eres Su Amado y Él te cubre las espaldas! Y cuando te calzas los pies con esta buena noticia, con esta paz con Dios, y te das cuenta de que Él te cubre las espaldas, finalmente empiezas a enfrentarte a tu enemigo con una estatura increíble.


El evangelio de la paz es la maravillosa verdad de que en Cristo ahora estamos en paz con Dios y somos uno con Él. Por lo tanto, cuando nuestros pies están calzados con la preparación del evangelio de la paz, estamos de pie en la confianza del amor de Dios por nosotros, Su unión con nosotros, y Su compromiso de luchar por nosotros. El creyente que está en el poder del Señor no necesita temer a ningún enemigo, ni siquiera al mismo Satanás. Cuando él viene a atacarnos, nuestros pies están firmemente arraigados en la tierra sólida del evangelio de la paz, a través del cual Dios cambió de nuestro enemigo a nuestro defensor. Nosotros, que antes éramos sus enemigos, ahora somos sus hijos, y nuestro Padre celestial nos ofrece todos sus recursos para «fortalecernos en el Señor y en la fuerza de su poder.»