Lea Ester 2: https://www.bible.com/es/bible/127/EST.2.NTV


Los consejeros y funcionarios del rey le exigieron que no permitiera que la reina siguiera en su puesto, ya que entonces todas las mujeres del país pensarían que podían desobedecer a sus maridos, como había hecho la reina Vasti. Estos hombres le exigieron que sustituyera a Vasti por una nueva reina. Así que los hombres del rey reunieron a bellas jóvenes de todo el país y las llevaron al palacio, donde el funcionario del rey encargado de sus mujeres se ocuparía de ellas.


No se nos dice cómo ni adónde fue llevada Ester, pero sí sabemos que los funcionarios del palacio no la reconocieron como una muchacha judía. Y la Biblia dice que Ester tampoco se lo dijo a nadie en el palacio. ¿Sabía a dónde la llevaban? ¿Tenía miedo porque había sido sacada del amoroso hogar de su tío?


Dios a menudo nos lleva a lugares donde nunca hemos estado antes. Puede ser un lugar incómodo donde no sabemos cómo tendremos dinero para cuidar de nuestros seres queridos, o un lugar temeroso donde no sabemos si sobreviviremos, o un lugar solitario donde todos nuestros amigos nos han abandonado, o un lugar de vergüenza donde todos los que nos rodean nos deshonran y se burlan de nosotros. Pero Dios nunca nos deja ni nos abandona (Hebreos 13:5). Son tiempos de prueba, no porque Dios quiera saber lo fuertes que somos (ya lo sabe), sino para mostrarnos lo débiles que somos y lo mucho que le necesitamos.


En la situación de Ester, Dios tenía un plan. Le dio al hombre a cargo un amor paternal por Ester, de modo que cuidó especialmente de ella, asegurándose siempre de que tuviera todo lo que necesitaba. No se nos dan detalles de su vida con su tío, pero sabemos que él le enseñó acerca de Dios y Sus caminos. Le enseñó a amar y honrar a las personas y a Dios. Y ahora, cuando se encontró separada de su familia en este palacio lleno de otras jóvenes hermosas, era una mujer hermosa, no solo en apariencia. También mostraba una conducta y un comportamiento hermoso.


Debemos creer y confiar plenamente en que Dios nunca nos llevará adonde Su amor y Su gracia no puedan mantenernos (Juan 17:12). Debemos creer y confiar plenamente en que Él no permite nada en nuestras vidas, que no pueda convertir en algo bueno para nosotros (Romanos 8:28). Podemos estar seguros de que Él no nos da nada, por lo que no podamos estar agradecidos (Efesios 5:20 y 1 Tesalonicenses 5:17). También podemos estar seguros de que nada vendrá a nuestras vidas aquí en esta tierra, que sea mayor que la gloria que Él tiene esperándonos en el Cielo (2 Corintios 4:17).


*Memorice 2 Corintios 4:17-18.