Lea Hebreos 12 - https://www.bible.com/es/bible/127/HEB.12.NTV


En la lección anterior estudiamos cómo crece nuestra fe en tiempos difíciles. En esta lección veremos lo que esa fe debe hacer a través de nosotros mientras estemos aquí en la tierra. Comenzando en el versículo 12, tomamos nota de nuestra responsabilidad hacia nosotros mismos - levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas débiles. Las manos caídas no pueden soportar peso, y las rodillas temblorosas no pueden mantenernos de pie mucho tiempo. Hacer un camino recto para nuestros pies significa que nos dirigimos directamente al lugar donde Dios quiere que sirvamos, sin rodeos.


También debemos cuidar nuestras actitudes mentales. No podemos servir de mala gana porque entonces empezamos a permitir la amargura y la ira en nuestras vidas. No podemos servir por nuestros propios deseos porque entonces estamos en peligro de inmoralidad. Y la inmoralidad no es sólo una idea equivocada de lo que es el verdadero amor, es permitir que nuestros deseos dirijan nuestras elecciones. El ejemplo de Esaú es que, por falta de algo que comer, renunció a las mayores bendiciones de todo su futuro.


Nuestra visión de Dios y de Su reino debe basarse en Su verdad y no en las cosas que somos capaces de entender. El ejemplo dado en los versículos 18-21 es el punto de vista de alguien que busca a Dios sólo desde una perspectiva religiosa. Hacer eso es jugar con fuego que no podemos controlar, que no podemos soportar. Nuestra visión de Él no es religiosa, sino de relación. La religión busca probar del poder de Dios para los propios fines - y el resultado es siempre el juicio. Pero la relación busca al Dios de poder para Sus propósitos - y el resultado es siempre esa gloriosa asamblea con Sus ángeles ante Su trono en gozo, porque sabemos que hemos sido hechos aceptables a través de la sangre de Jesús.


Sí, el Dios al que servimos, que es nuestro Padre amoroso, tiene el poder de sacudir los cimientos mismos de esta tierra. Y el versículo 26 dice que esto sucederá una vez más. Encontramos este tiempo registrado en Apocalipsis 20 y 21, donde Dios destruirá esta creación presente y creará una nueva donde el pecado y todos sus efectos no tienen lugar. Esta nueva creación será nuestra para disfrutarla con Él por toda la eternidad.


Cuando comprendemos el poder de esta esperanza que Dios quiere darnos, podemos ser los embajadores de esta esperanza para los que nos rodean. La desesperanza nos rodea: ¿dónde puede encontrar trabajo alguien?, ¿cómo puede curarse esta persona?, ¿cuándo tendremos suficiente para no estar constantemente preocupados por el futuro?, ¿por qué este grupo de personas intenta destruir a aquel grupo? El miedo es poderoso en nuestro mundo actual. Los que tienen mucho tienen miedo de perderlo. Los que tienen poco temen no tener nunca más. Nuestra esperanza en Cristo, por la fe, nos permite caminar con confianza a través de las pruebas que abundan, porque sabemos lo que nos espera más adelante. Podemos adorarle con la reverencia y el temor que se merece, y saber que nos ama más allá de lo comprensible.