Lea Hebreos 3 - https://www.bible.com/es/bible/127/HEB.3.NTV


Muchas veces en nuestra vida tratamos de compararnos con alguien, o de que alguien nos compare. Por ejemplo, un chico que quiere jugar a un determinado deporte intentará compararse con una de las grandes estrellas que han jugado a ese deporte. O un cantante puede querer compararse con una gran estrella que haya oído y a la que quiera parecerse. Otros podrían reírse y decir: "¡Eres bueno, pero no eres tan bueno como ELLOS!".


Muchos grupos religiosos, incluso hoy en día, consideran que Moisés fue uno de los mayores profetas que han existido. Los primeros seis versículos de este capítulo comparan a Jesús con Moisés. Tenemos que entender esta comparación si queremos entender el resto del capítulo.


En los últimos versículos del capítulo anterior, se nos dijo que Jesús es un sumo sacerdote. Aquí, en estos versículos, se le llama apóstol y sumo sacerdote. Se nos pide que le consideremos, que le echemos otro vistazo, que pensemos en Él, que nos quedemos con Él. Un apóstol es un "enviado de Dios". ¿Fue Jesús un "enviado de Dios"? Sí, lo fue. Pero aunque fue enviado, también vino voluntariamente. Venir también fue Su elección.


Jesús también es llamado nuestro Sumo Sacerdote. Veremos más de lo que eso significa en lecciones posteriores. Pero por ahora, dejemos que el hecho de que Él viniera del cielo, Su hogar eterno, para ser el enviado-mensajero de Dios para ti, el sumo sacerdote de lo que Él nos pide que creamos acerca de Sí mismo, se convierta en algo especial.


Tan grande como era Moisés, nunca fue llamado ni apóstol ni Sumo Sacerdote. De hecho, él fue específicamente pasado por alto para la posición de sacerdote y fue dada a su hermano, Aarón. Leemos en nuestros versículos de hoy que Moisés fue un siervo fiel. Eso es verdad de cada profeta genuino, porque un profeta verdadero sólo dirá las cosas que su amo le ha dicho que diga. Todos los profetas de la Biblia que dieron sus mensajes comenzaron con "esto es lo que dice el Señor".


Mientras que Moisés era un siervo de Dios, Jesús es un Hijo. Un siervo puede ser despedido de su puesto si no es fiel, pero un hijo es fiel porque tiene interés personal en el éxito de lo que hace. Un siervo puede temer la amenaza de la pérdida, pero un hijo no tiene nada que temer porque todo lo que cuida será suyo cuando llegue la herencia.


 "Nosotros somos la casa", nos dice el versículo 6. Como la casa sobre la que Jesús tiene una responsabilidad, ¿no preferirías estar al cuidado del Hijo de la casa que al cuidado de un siervo de la casa? Esa es la promesa que Dios mismo nos ha hecho: Jesús, que aceptó morir en nuestro lugar y sufrió para que nosotros no tuviéramos que hacerlo, es quien cuida de nuestra salvación y de nuestra posición en la eternidad de Dios. Él pagó el precio para que pudiéramos ser suyos para siempre.