A veces puede ser más difícil vivir para Jesús que morir por Él. En el siguiente acontecimiento vemos a Jesús pidiendo algo imposible a sus discípulos: tenían que dar de comer a una multitud de entre 15,000 y 20,000 personas. Uno de los discípulos le contestó que con el salario de un hombre normal durante un año solamente se podría dar de comer un bocado a tantas personas, más no una comida satisfactoria. Uno de los precios de Su reino es que Jesús nos pedirá que estemos disponibles para hacer lo imposible. A veces pensamos que sería genial poder hacer milagros como curar a alguien, alimentar a tantos, u otras cosas espectaculares. Pensamos qué Dios debería darnos la habilidad de hacer estas cosas - pero Dios dice en Isaías 42:8 que Él no dará Su gloria a alguien más. O permitimos que Él haga el trabajo a través de nosotros y le damos toda la gloria, o Él no trabajará a través de nosotros.
Esto nos lleva al tercer acontecimiento: la tormenta en el mar. A pesar de todo lo que acababan de presenciar, los discípulos seguían sin entender el tercer coste de ser seguidor de Jesús: tenían que vivir por fe, por muy fuerte que fuera la tormenta de la vida a su alrededor o por mucho que amenazara con desbordarlos. La fe en Jesús es a menudo el precio más difícil de pagar, porque cada parte de nuestro ser clama por creer lo que vemos a nuestro alrededor. La realidad para los discípulos era que cuando Jesús no estaba con ellos su fe era débil. No comprendían que Jesús tenía una autoridad que superaba la distancia y la vista, aunque incluso el centurión romano la tenía (Mt 8:8). Cuando El vino a ellos, caminando sobre el agua, ellos aún no creyeron porque eso simplemente no era posible. Cuando Pedro intentó creer, su fe no fue suficiente y Jesús tuvo que rescatarlo. Sólo cuando Jesús estaba realmente en la barca y la tormenta se calmó, pudieron finalmente entender que Jesús era Dios en carne y lo demostraron adorándole.
*Pregunta para pensar - ¿Qué precio te pide Dios hoy?